"Cuando no existen posibilidades de educarse, de levantar dentro de la masa corpórea la
estatua magnífica de un espíritu cultivado, no se es hombre, y mucho menos se
puede ser ciudadano." Indalecio
Prieto
Siendo la docencia una de las funciones humanas más nobles y
necesarias para un país que se aprecie a sí mismo, resulta inadmisible guardar
silencio frente a la crítica situación que asola España en relación a este
vital asunto. De la carencia de una sólida educación emana el caldo de cultivo
que propicia la crianza y reproducción de todos los males que tiñen de negrura
la posteridad de cualquier nación.
Maestros y profesores totalmente incompetentes, carentes de
la más mínima cultura general y orgullosos de ello, fruto de una exigencia nula
hacia sí mismos y por parte de la Administración; no hay vocación, sólo una
forma de ganarse la vida. Padres a los que les preocupa más cubrir a sus
retoños de tecnologías contraproducentes que enseñarles a pensar y creer en sí
mismos. Quizá debieran comprender que hay una notable diferencia entre mostrar
la puerta y abrir la puerta. Los sueños de estos ahora críos inocentes serán
aspirar a cubrir una plaza como simples funcionarios o esclavos oficinistas que
les permita cubrir sus dosis diarias de consumismo exacerbado.
Quien crea que la crisis que nos asola es tan sólo de índole
económica es que aún no ha entendido nada. Para solventar esta larga coyuntura
recesiva sólo sería necesaria una cabeza asentada y una mano firme, a la que no
le tiemble el pulso a la hora de tomar las decisiones correctas, pasando por
encima lobbys y mediocridad. Esta parte visible de la crisis es únicamente la
punta del iceberg, bajo las turbulentas aguas se esconde el auténtico problema:
educativo, moral e incluso cultural y artístico. El desarrollo y viabilidad de
una sociedad se puede medir por la calidad de su producción artística, en todos
los campos que ésta comprende. Tenemos el ejemplo palpable de la RAE, más
preocupada de convertir anglicismos al castellano y de adaptar la lengua al deficiente
nivel educativo actual que de defenderla y preservarla de las injurias y abusos
que sufre diariamente.
Y así nos topamos con la juventud de hoy, un rebaño de
borregos obsesionados con el fútbol y las nuevas tecnologías, carne de cañón
para la larga depresión que nos arremete con empleo precario, precios galopantes
y corrupción por doquier en el juego inteligentemente diseñado por la política
del miedo. Resulta inverosímil imaginar que una sociedad opte por aferrar lo
poco que le queda a ajustar cuentas con esas escurridizas ratas, a las cuales les
sobra osadía para culpabilizar al humilde trabajador de haber vivido por encima
de sus posibilidades. Demagogia, cinismo y propaganda goebbeliana, bajo la
protección de una parte considerable de la prensa, disimulan sus crueles
intenciones conducentes a destruir lo que tanto tiempo y sangre costó lograr en
el pasado siglo.
El 15M fue una chispa espontánea incapaz de prender y
esparcir su hipotético fuego, sí, pero no es ni mucho menos una muestra de la
capacidad de reacción de la sociedad. Es más, dejó entrever todo lo contrario, se
reveló como una amarga ironía, un ejemplo de inmovilismo, de impotencia, por desconocer
cómo encararse a aquéllos a los cuales ellos mismos previamente habían otorgado
legitimidad para ejercer sus políticas liberales, desleales y clasistas.
La idea de rebelarse pacíficamente es una burda utopía producto
de mentes inocentes, los antecedentes previos de Gandhi o Luther King no son válidos en ningún sentido,
pues circunstancias, adversarios y motivos fueron completamente distintos. Han
de saber que la revolución no es ninguna mujercita pulcra y refinada, sino una
mujerzuela que sólo vendrá a ti en momentos de desesperación real y reclamará de
sangre ajena como contraprestación a sus servicios. Recibámosla con un baño de
sangre corrupta y brindemos a la salud del resurgir del espíritu violento. Ya
no es el 36´, en la que media España se abalanzó a matar a la otra media por
los más mezquinos y ruines asuntos, y viceversa, sino que debemos volver la
vista hacia el 89´ francés, basta con que rueden unas pocas decenas de cabezas
y todo acabará con la recuperación del significado de los conceptos libertad,
dignidad y justicia social.
Sin embargo, no queda el más mínimo resquicio en mi interior
para la esperanza, nuestro futuro se evaporó hace años en la escuela. Los pecados del pasado se pagan
a plazos en cómodas cuotas, al interés que fija en cada momento el Euribor. La
enfermedad se ha extendido de tal forma que todo tratamiento se hace imposible
en un futuro próximo. Todo se desmorona mientras nosotros permanecemos embelesados sin ver más allá de nuestras nocivas pantallas, empachados de comida basura. El
maltrato educativo del que hemos disfrutado exultantes de júbilo y en el que
nos hemos restregado como puercos en la mierda comienza a dejar notar sus
secuelas, ocultas en cemento y arena durante la década pasada. Un nuevo modelo
educativo fatídico, diseñado para crear sumisas y manejables marionetas movidas
por los hilos de la farandulera democracia; un grotesco sainete redactado en el
Congreso y ejecutado en las salas de justicia y entidades bancarias del que todos
formamos parte, lo merezcamos o no: "Debo, luego existo"*.
“...Unos señores se
habían reunido en un salón y habían escrito unas cosas por virtud de las cuales
ya erais todos hombres libres. Libres y soberanos. Pero vuestra libertad consistía
en que aquellas cosas escritas en un papel os autorizaban a hacerlo todo. Os
autorizaban a escribir cuanto os viniera en gana; sólo que el Estado no
se preocupaba de enseñaros a escribir para que pudierais ejercitar ese derecho.
Os autorizaban a elegir libremente trabajo; pero como vosotros erais pobres y
otros eran ricos, los ricos fijaban las condiciones del trabajo a su voluntad, y
vosotros no teníais más remedio que aceptarlas o morir de hambre. Y así,
mientras vosotros pasabais los rigores del frío y del calor doblados sobre una
tierra que no iba a ser vuestra nunca, soportando la enfermedad, la miseria y
la ignorancia, las leyes escritas por gentes de la ciudad os escarnecían con la
burla de deciros que erais libres y soberanos.” José Antonio Primo de
Rivera
*Eduardo Galeano
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