Eso es lo que somos los mortales.Vida y muerte, la primera
es a condición de la segunda. Aparecemos con la fugacidad de un fuego capaz de
iluminar el horizonte y nos desvanecemos en mitad de la noche, la cual desvela
nuestro ocaso. Acude a mi memoria un viejo dicho militar que decía: “Prefiero
morir bañado en sangre que bañado entre mi incontinencia urinaria”. Extraña
época la nuestra, en la que las personas se empeñan en alargar sus vidas a la
espera de la llamada de Dios, o de la nada, sin importar lo desvalido y
decrépito de su estado de salud.
¿Qué es lo realmente importante, la longevidad
o la intensidad de lo vivido?¿Es ese axioma humano, es decir, el miedo a
morir, el responsable de nuestra preferencia por la primera opción? Observas el rostro de aquellos que saben que su fin es inminente y tan sólo ves miradas perdidas,
algo se esconde en lo más profundo de su ser que únicamente a ellos pertenece
¿Qué pasa por sus mentes, remordimientos a causa de amores perdidos por ausencia
de valor, amistades o relaciones familiares finalizadas tempranamente producto
de la estupidez o simplemente la pesadumbre por no haber vivido con mayor
pasión cada instante?
¿Es cierta la paradoja de que la vida sólo tiene sentido
hacia atrás, pero es necesario vivir hacia adelante? Cuando se está en la
plenitud de la vida, se mira a la muerte, pero no se la ve, se la oye, pero no se
la escucha. Corres y corres por el sendero intentando alcanzar el sol, pero
cuando te quieres dar cuenta ya está otra vez detrás de ti, el sol es el mismo,
pero tú eres un poco más viejo. Polvo somos y en polvo nos convertiremos.
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