martes, 22 de enero de 2013

Adelante, alégrame el día



Si puede ser escrito o pensado, puede ser filmado, afirmó Stanley Kubrick. El cine me hizo una oferta que no pude rechazar. Me hizo cuestionarme el porqué de lo agradable del olor a napalm por la mañana. Fue capaz de demostrarme empíricamente la existencia de la belleza absoluta al contemplar a Diane Lane en La ley de la calle.

Consiguió emocionarme tras visualizar conmovido Sentido y Sensibilidad con una Emma Thompson haciendo la interpretación de su vida o dejarme admirado la pasión amorosa surgida entre Daniel Day-Lewis y Madeleine Stowe en medio de un ambiente bélico que significó el fin de los mohicanos. Sin olvidar a Orson Welles, siendo un buen detective, pero un pésimo policía, grabando en mi memoria uno de los mejores finales nunca vistos mientras se desvanecía sigiloso en las aguas del río de una ciudad cuyo nombre no quiso acordarse. ¡Y qué decir de Sergio Leone! La pureza de su cine habla por sí sola. Épica, romance, comedia, drama,… Una fábrica de sueños, capaz de extraer de nuestro interior nuestros más profundos sentimientos y emociones. Durante dos horas es capaz de abstraerte de la cruda realidad. Al igual que sucede con la música, siempre hay una película adecuada para cada ocasión, no importa si los pensamientos sombríos te inundan, si irradias alegría o si estás desencantado con el mundo, ahí está el cine para despegarte de esa insensibilidad. ¡Ya no se hace cine como el de antaño! Todo tiempo pasado fue mejor. Ya no disfrutaremos de Clark Gable espetándole a Vivien Leigh ese memorable “Frankly, dear, I don´t give a damn” o de Robert de Niro con su célebre "You talkin´ to me?”.Ahora debemos consolarnos con los últimos coletazos de las viejas glorias, con permiso de Tarantino, los hermanos Coen, Nolan y algún otro, los últimos restos de un linaje en vías de extinción.





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